La antigua alumna del máster es, actualmente, delegada en Alicante de la ONG Entreculturas

Mi nombre es Mónica Sánchez Marín y en 2018 me matriculé en el Máster de Cooperación y Desarrollo de la UMH con muchas expectativas e ilusión y con un objetivo muy claro: formarme y adquirir conocimiento acerca de cómo trabajar en contextos de pobreza y exclusión con el fin de propiciar espacios educativos, formales y no formales a las personas más vulnerables y con más dificultades para acceder a una educación de calidad.   Estudié Filosofía y actualmente doy clases en Secundaria y Bachillerato de esta asignatura, entre otras. Continué mi formación filosófica estudiando un Máster en Filosofía Teórica y Práctica en la UNED.

Con el tiempo, me fue preocupando qué tipo de respuesta ofrecer y cómo debía situarme ante los variados conflictos surgidos en estos últimos años a partir del desarrollo de la ciencia y tecnología, de los avances médicos, de los problemas medioambientales que nos envuelven. También ante las situaciones de desigualdad que se han instalado en nuestro planeta. En general, se me planteaban, y aún hoy, muchas dudas en las cuestiones relacionadas con los grandes retos de la bioética. Por ello, decidí adquirir formación y especializarme en esta disciplina, a través de un Máster en Bioética en UPC. En consecuencia, me condujo a formar parte del Comité de Bioética del Hospital de San Juan de Alicante.

En estos últimos 15 años he estado vinculada y comprometida con la ONG Entreculturas, enfocada en llevar la educación allá donde acaba el asfalto;  trabajando voluntariamente, realizando campañas de  sensibilización y acción, y resaltando la idea de que la educación es un derecho y es la única herramienta capaz de transformar personas y contextos. También me di cuenta de que necesitaba formación en cooperación y desarrollo; para comprender y actuar de forma más coherente, menos asistencialista y en clave de justicia.

El Máster de Cooperación y Desarrollo de la UMH reúne los requisitos que buscaba: de un lado, me permitió comprender el panorama político y social encuadrado en la historia hasta nuestros días; y por otro, los problemas que afectan a la salud en países en vías de desarrollo. Una combinación de gran riqueza para mí, pues soy consciente de mis carencias e ignorancia en cuestiones de salud. Sin embargo, su conocimiento y estudio me apasiona. Y no me he equivocado en la elección, lo confirmo un año y medio después de haber terminado. Las expectativas formativas se han cubierto.

Aunque sé que estudiar y formarse es algo que hay que estar realizando de forma constante; pero las orientaciones y la presentación de los muchos temas quedaron expuestos. Yo misma fui por mi cuenta buscando mis propios intereses y cubriendo mi curiosidad. Destaco que no me faltó nunca orientación, guía y ayuda de los profesores a los que le solicité ayuda o consulté. Y eso ha sido muy importante.

Realizaste las prácticas con la ONG Guaguacuna. ¿Qué te llevó a escoger esta ONG? ¿Cómo fue la experiencia de las prácticas?

Yo soy la Delegada de la ONG Entreculturas en Alicante. Esta ONG tiene presencia en 38 países de todo el mundo y se fundó en 1985, con obras y equipos especializados en casi todos los países; es una ONG muy potente. Así que, hacer las prácticas en Guaguacuna supuso para mí desarrollar ideas creativas de aplicación a contextos similares partiendo de otros recursos y destinatarios. También tratando de buscar siempre la sostenibilidad en el tiempo de aquello que quisiera hacer, cualquier propuesta o idea.

Tanto Mónica Beviá como Aída Crespo, presidenta y vicepresidenta, me abrieron las puertas de la ONG y de su propia casa, y la amistad surge dadas las conexiones e inquietudes que nos unen. Durante ese tiempo, además de cuestiones prácticas (actualización de web, de RRSS, listado de socios, creación eventos solidarios, etc…) y necesarias, fue cuando tomé conciencia de las oportunidades que podrían surgir de la alianza de la UMH con Guaguacuna a través de un programa de voluntariado internacional estable de forma similar a como está actualmente el de Ruanda.

El paso lo valoro muy positivamente, independientemente de los años como delegada en Entreculturas. La forma de trabajar y de pensar dentro de una ONG pequeña es muy diferente. Además, redunda inmediatamente en la realidad para la que está prevista impactar.

Actualmente te encuentras en Otavalo, Ecuador, con la ONG en la que realizaste las prácticas, Guaguacuna, desarrollando un proyecto de creación de un centro de atención integral para niños y jóvenes con discapacidad. Nos gustaría que nos contarás en qué momento se encuentra el proyecto, cómo surgió tu participación en el mismo y cuáles son las expectativas a medio plazo.

La ONG Guaguacuna tiene la firme intención de abrir unas aulas para atender a niños, jóvenes y adultos con disfuncionalidad física e intelectual. Para los adultos tiene proyectado realizar terapia ocupacional. Una de las aulas tiene precisamente el nombre de Aula Balmis, en memoria de Francisco Javier Balmis, primer médico alicantino que realizó una expedición filantrópica para propagar la vacuna de la viruela en América. Esto también supone un guiño para la UMH.

La ONG se encuentra en negociación con el Ministerio de Educación, así como con los dos centros de referencia de Otavalo destinados a la atención a niños con diferentes grados de disfuncionalidad en los que Guaguacuna ha tenido una larga colaboración, La Joya y el Centro Renacer, con el fin de continuar con la labor de atención y educación a esta población minoritaria y que se ve fuertemente afectada por las carencias materiales y de cuidados, aún más en esos momentos.

Mi proyecto está concretado en establecer un voluntariado de 4 semanas de duración para el alumnado y profesorado de la UMH; siendo la ONGD Guaguacuna la responsable de establecer las condiciones y contactos para desarrollar las labores de trabajo. De este modo, podemos tener intercambio de experiencias y conocimientos entre el personal que trabaja en los centros de allí, con los formadores y docentes de aquí. Además, nuestros jóvenes estudiantes poder poner en práctica y colaborar en el buen hacer de los centros, organizando talleres durante la época estival, por ejemplo.